Hace poco estuve unos días en Buenos Aires, y tuve el placer de ir a ver la obra de teatro "Un tranvía llamado deseo", con las actuaciones de Erica Rivas (Blanche) y Diego Peretti (Stanley) y la dirección de Daniel Veronese.
Esta obra de Tenessee Williams es una de mis favoritas (comparte el podio con "El Zoo de Cristal"), pero no había tenido el placer de verla representada en teatro, sino que había visto versiones cinematográficas.
Se trata de una obra donde la historia parece estar en función de mostrarnos los personajes increiblemente complejos de Stanley y Blanche, entre quienes se genera un antagonismo durísimo e inolvidable.
Blanche DuBois, una mujer que ya va dejando de ser joven, pero aún es atractiva, va de visita al apartamento de su hermana Stella en Nueva Orleans. Desde el principio vemos que tras sus modales altivos y su supuesta elegancia se esconden muchas cosas. Proveniente de una buena familia que se arruinó por malas gestiones, y habiendo pasado años muy duros por haber asistido a la muerte de todos sus familaires, Blanche logra encantarnos, hacernos reír y disgustarnos en medidas exactas.
Su hermana Stella está casada con un obrero de origen polaco y los dos viven en un patio de vecinos junto a otros inmigrantes. Y es en este encuentro donde comenzará el drama que mostrará lo peor de cada uno.
Los personajes de Blanche y Stanley deben ser desafíos actorales muy especiales, ya que habiendo visto la película con Jessica Lange, les puedo asegurar que la Blanche que encarna Erica Rivas es muy diferente y mucho mas querible. En cuanto al Stanley de Diego Peretti, realmente su rudeza y agresividad se sienten desde la platea, aunque también tiene algo que genera simpatía, especialmente cuando pone en evidencia las falsas pretensiones de su insufrible cuñada. Hay una escena de mucha violencia (famosísima), que les puedo asegurar me dio miedo. Es ahí cuando uno comprende porqué el cine no ha vencido al teatro como forma de entretenimiento: porque la presencia física de los actores en escena tiene una fuerza increíble.
De un tiempo a esta parte, siempre que mi marido y yo decidimos ir al teatro optamos por alguna obra basada en textos de autores clásicos. Lamento en su momento no haber reseñado la espectacular "Tres Hermanas" de Chejov, o "Panorama desde el puente" de Arthur Miller.
Cuando voy a ver este tipo de puestas tan buenas, siempre salgo pensando: "Y, si... el autor las escribió para que fueran representadas...".
Y es que por mas que se disfrute la lectura de teatro, la obra sólo se completa cuando es encarnada.