Una chica nueva, Felisa Wilmer, ingresa en un colegio religioso para niñas en la zona norte de Buenos Aires. Recién llegada de Londres, Felisa se convierte en el centro de atención por su actitud rebelde y su mal comportamiento, rodeada además por el aura "poética" que le dan sus aficiones artísticas, su perfecto inglés y su carácter tan impenetrable como independiente. Al menos así la ve López, la narradora, que no tardará en hacerse amiga suya. Las dos chicas viven entre las leyendas más o menos escabrosas que se cuentan en voz baja sobre el pasado del colegio, y algunos "peligros" más reales que se encuentran en sus cercanías. Pero poco a poco López irá descubriendo la historia de Felisa, que vive con su abuela después de la muerte de su madre en un accidente, y las razones de su comportamiento excéntrico y suicida, como si estuviera «poseída» por personas de su entorno.
Si hay algo que me encanta, son las historias de colegios. Especialmente de internados. Aunque podría pensarse que la obra fundacional en la materia es "Jane Eyre", en mi caso creo que la fascinación proviene de unos libros que me prestaban las hijas de una amiga de mamá, protagonizados por una niña llamada Puck, que era pupila en un colegio de Suiza. Era una saga de 29 libros ("Puck colegiala" "Puck y los ladrones" "Puck y su doble") en que la protagonista y sus amigos resolvían misterios, hacían equitación en el bosque y patinaban sobre hielo en el lago cercano al colegio. Yo soñaba con ir pupila allí, pero en Viedma la única alternativa de ser pupila era ir al colegio de monjas viejas, así que me conformaba con leer.
Valga la introducción para decir que ni bien vi de qué se trataba el nuevo libro de Betina Gonzalez lo puse en mi lista de deseos.
Justamente en “Las Poseídas”, lo mejor del libro, lo mas interesante es cómo pinta la autora el mundo del colegio. El comienzo de la novela, que toma al menos un tercio de la misma, nos ubica en un colegio secundario de monjas clarisas de la ciudad de Buenos Aires, en la década de los 80, (no mucho antes de que yo misma comenzara el secundario). Ante nuestros ojos se despliegan las pequeñas miserias cotidianas de las adolescentes y sus pequeños grupos y elites, los personajes de cada una de las monjas con sus particularidades, las pequeñas leyendas y secretos del colegio. En ese escenario no alejado de cualquier otro colegio secundario, se mueve la protagonista, María de la Cruz López, a quien sus compañeras llaman “López” subrayando su falta de apellido ilustre. Siendo ella misma un tanto inclasificable, es lógico que la llegada de una nueva y enigmática alumna capte inmediatamente su atención. Siempre hay una chica nueva que agita los ánimos en estas historias, alguien que por ser de fuera no respeta esos acuerdos tácitos que van amoldando la rutina y el delicado equilibrio de la escuela. Pero es que: ¿No hay siempre una chica o un chico nuevo así en la realidad? En el caso de la historia que cuenta López, su incorporación, y su excentricidad probablemente habrían tenido mas repercusiones, de no ser porque por esos mismos días apareció en las inmediaciones de la escuela un exhibicionista, y además una monja se fuga con el padre de una alumna.
Es cuando la historia se aleja un poco de este universo escolar apasionante, y se concentra un poco mas en la figura de Felisa y su tortuosa historia, que la novela baja un poco su nivel. Allí aparecen algunas escenas demasiado escabrosas y teatrales, diálogos un poco mas pretensiosos y en particular la retorcida historia de Felisa que le quitan algo de ritmo e interés a la trama. Hay una parte de la novela en que López nos cuenta lo que a su vez le narró Felisa acerca de su pasado. Con pinceladas fantásticas, y una voz en primera persona (la de López) que reproduce el relato de Felisa, pero tal vez excesivamente empapada de detalles e impresiones íntimas, esta es una “historia dentro de la historia” no demasiado lograda.
Ciertamente sobre el final la autora logra marcar la diferencia entre las alumnas del colegio de las clarisas, aún frescas, aún adolescentes, y la desangelada Felisa, lo que de alguna manera justifica la cosa truculenta, pero pienso que no está del todo lograda esta parte de la trama, y sí, en cambio la trama secundaria referida al exhibicionista.
Muy logrados los personajes, no sólo la protagonista (seguramente un alter ego de la autora, en ese sentido es bastante reveladora la descripción que hace de sí misma López) sino los secundarios. PAra mi, merece un siete.