viernes, 28 de junio de 2013

Rayuela, 50 años

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.
 
 
 
 
Cortazar es un autor de mi infancia y mi adolescencia. Hoy por hoy hace tiempo que no lo releo, pero sus cuentos forman parte mía y del imaginario cultural argentino.
 
Yo, entonces, en el juego de la lectura, tiré la piedra y salté cuadro por cuadro esa Rayuela que fueron los cuentos y las novelas de Julio.
 
Ahí voy:
 
Saltando con la pierna derecha. Cuadro Número 1.
Tengo cinco o seis años. Todavia no sé leer, pero lo que mas me gusta es que mi papá me cuente cuentos a la noche. Cada vez me pesa mas el analfabetismo. Quiero poder leer cuando yo quiera, lo que yo quiera. LA biblioteca de mis viejos va del piso al techo. Hace tiempo me prometí leer todos los libros. Todos. el primero será ese de allá arriba, negro, con una rayuela dibujada en el lomo.
 
Saltando con la pierna derecha. Cuadro Número 2.
Atardecer de un día de verano de 1984. Tocan la puerta de casa. Atiende mi mamá, es un colega que pasa cinco minutos, no entra a casa. Solo para avisar que falleció Julio Cortazar. Mi mamá llora silenciosamente. Esa imagen queda grabada en mi. Que un escritor pueda provocar eso en una persona me impresiona.
 
Con las dos piernas. Números 3 y 4.
Tengo doce años. Estoy aburrida. No tengo nada para leer. Pido que me compren otro mas de la Biblioteca Billiken o (lujo asiático) de la Robin Hood. Mi mamá me dice que ya estoy grande y puedo empezar a leer “otras cosas”. Saca un libro de la biblioteca de los grandes. Lo abre. Busca una página. Me dice “lee este cuento”. Es “Final del Juego” de Cortázar. Es el fin de la literatura infantil. Es el comienzo del mejor juego de mi vida.
 
Camino al cielo. Número 5.
Tengo 19 años. Estoy en la Terminal de Retiro, esperando el ómnibus que me llevará al sur para las fiestas. Hay muchos estudiantes, algunos conocidos, otros no. De pronto, por el parlante informan que los omnibs están retrasados por una manifestación. Nos agrupamos, conseguimos un lugarcito en la confitería de la terminal, nos acomodamos entre los equipajes. Alguno saca una guitarra. Conversamos, nos reimos. Pasan las horas. El parlante anuncia el arribo de nuestro ómnibus. Nos lamentamos al unísono ¡la estábamos pasando tan bien! Inmediatamente nos miramos y gritamos riendo: ¡La autopista del Sur!. Cortázar ya era parte de todos, un héroe mitológico de los jóvenes.
 
Con las dos piernas. Cuadros 6 y 7. Casi casi piso la raya y descalifico.
No me gusta la novela “Rayuela”. La empiezo y la abandono. Muchas veces. No entiendo nada.
 
Llegando. Cuadro 8.
1995. Mi mamá me recomienda que vaya a ver la obra de teatro “Rayuela”, con Virginia Innocenti en el papel de La Maga. Me encanta.
 
Tocando el cielo.
Gracias a la obra de teatro leo “Rayuela” en tiempo record. De puro agrandada, la leo entera, con el esquema propuesto por Cortázar en la primer página. En vano, porque no entiendo en absoluto ninguno de esos capítulos meta literarios, pero la novela me encanta. Después leo “El libro de Manuel” y “62, modelo para armar”. Cuando estoy leyendo “El libro de Manuel” conozco a Carlos. Dejo de tener a mis padres como únicos guías y compinches de lectura. Empiezo a leer otras cosas.

Ahora hace mucho que no leo a Don Julio.
 
Eso sí: Cuando mi hermana visitó París, lo único que le pedí fue un atado de Gauloises. Yo no fumo, pero me fumé uno a la salud de Oliveira y de La Maga.
 
Final del juego.
 
 
 

jueves, 13 de junio de 2013

Mas que Humano. Theodore Sturgeon + La invención de Morel (novela gráfica) y algunas reflexiones de una lectora que se está poniendo vieja


El futuro llegó hace rato.
todo un palo, ya lo ves.
veámoslo un poco con tus ojos.
el futuro ya llegó.
Yo voy en trenes.
no tengo donde ir.
algo me late
y no es mi corazón.
¿cómo no sentirme así?
si ese perro sigue allí.
¿que podría ser peor?
eso no me arregla.
eso no me arregla a mí.
Estás llamando a un gato con silbidos.
el futuro ya llegó.
llegó como vos no lo esperabas.
todo un palo, ya lo ves.

(Todo un palo. Los Redonditos de Ricota)
 
 
Hace tiempo me picó la curiosidad de leer a Theodore Sturgeon, y finalmente conseguí uno de sus libros mas conocidos “Mas que Humano”. Primera impresión: Muchísimo tiempo (años) sin leer ciencia ficción, o literatura de anticipación. Salvo que cuenten las novelas de Murakami. Por ende, no me considero lo que se dice una voz autorizada para opinar sobre el género.
La novela nos va presentando poco a poco a diferentes personajes, que tienen historias de vida diferentes, y en algunos casos poderes paranormales. Tanto por sus circunstancias de vida como por sus talentos, son personas que no encuentran su lugar en la sociedad (“no coengranamos”, dice una de ellos, inventando un término para esta falta de ubicuidad). Poco a poco se van conociendo, hasta que constituyen un grupo capaz de actuar como una sola persona, que utiliza las facultades físicas y mentales excepcionales de cada uno. Esto les da un poder inusitado, con el enorme riesgo de que este Ser “mas que humano” pierda la “cabeza” (es decir, uno de los componentes del grupo) sufriendo una crisis moral y ética.
 
Así toda la primera parte de la historia no va contando cómo se constituye el grupo “mas que humano” y en una historia final, lo reencontramos años después, relacionándose con seres humanos comunes, en el caso, un joven ingeniero muy inteligente.
 
Creo que una falla del libro consiste en que nos priva de varios años de la historia, de la que sólo nos enteramos por el relato de uno de los personajes. Nos perdemos una etapa interesante, que es el paso de la infancia a la adolescencia de los componentes del grupo (esto puede tener que ver con que el libro fue escrito en una época en que la adolescencia casi no existía). Como resultado de esto, todo lo que tiene que ver con la intencionalidad de los personajes, sus motivaciones, sus pasiones, que podrían haber sido interesantes, sólo las conocemos indirectamente. También de la última parte de la historia tenemos un punto de vista parcial, y se nos relatan resumidamente varios acontecimientos.
 
Lo leí bastante rápido, y ciertamente todo el mundo que plasma así como los personajes quedaron muy vívidos en mi memoria. Pero sinceramente tengo una sensación ambivalente respecto a este libro, un poco de apatía y falta de entusiasmo. Tal vez se trate de una ciencia ficción que ha envejecido un poco. Tendría que leer otro libro del autor para definir si se trata de esto, o simplemente que, siendo un buen libro, la historia no logró conmoverme del todo, por las fallas que señalé.
 
¿Será que la ciencia ficción envejeció a la par que lo hice yo? La novela de Bioy Casares, "La invención de Morel" me pareció en 1988 tan perfecta como la definiera Borges. La leí allá por los años en que tener un walk man, una videocasetera o un teléfono que en lugar de disco tuviera botones era considerado un pequeño lujo cibernético de la clase media. Épocas en que mandaba cartas "de carne y hueso" que tardaban mucho en llegar y los canales de la tele se cambiaban con una perilla redonda que hacía tracktracktrack.... No estoy nostálgica, para nada. Pero en aquellos tiempos leer una novela como la de Bioy era un subidón: la idea era loquísima y además, todavía todo era posible.
 
Hoy, como dijeron hace tiempo los Redondos "el futuro llegó hace rato". Ya sabemos por donde viene la mano, esos grandes inventos ya están entre nosotros, pero justamente por eso creo que estamos un poco mas escépticos respecto de algunas cosas... hay una pérdida de inocencia y de capacidad de asombro. Y los libros de "anticipación" tiene algo un tanto pueril. Creo que su volviese a leer "Crónicas Marcianas" (un libro que en su momento me apasionó) lo consideraría una pavada.
 
Todo esto para decir, entonces, que volver a "La Invención de Morel" 25 años después fue un poco decepcionante. La adaptación de la novela al formato historieta, sin embargo, resultó impecable.
 
 
 
Por ahora, creo, me quedo en mundos completamente fantásticos, mágicos y místicos, como el de "Game of Thrones" (impresionante esta última temporada). Allí todavía puedo sentirme un poco Alicia y olvidarme del tiempo.