sábado, 29 de octubre de 2011

Mendel, el de los libros. Stefan Sweig

Yo, en cambio, me había olvidado de Mendel el de los libros durante años. Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.


Llegué a este libro por recomendación de varios bloggers. Me gustan las historias sencillas de Sweig, suerte de pequeñas fábulas que dejan  siempre una reflexión haciendo eco en el lector.
En este relato nos presenta un gran personaje, Jacob Mendel. Librero de memoria prodigiosa, al estilos del Funes de Borges, Mendel ha dedicado su mente completamente a los libros en tanto objetos: Su precio, fecha de edición y otros detalles comenrciales. Tal como Funes, se trata de una memoria de inventario, impermeable a la belleza del contenido de las obras.
Este personaje, que de las pasiones humanas solo parece conocer la vanidad, se aproxima al mundo sólo a través de los libros, y allí radica el origen de su tragedia. Desde la mesa del café Gluck que habita hace décadas, ignora los designios de la guerra en que está sumida Austria, y se desentiende de cuestiones mundanas como su propio origen de judío ruso que precipitará su arresto y conducción a un campo de concentración.
Como un personaje secundario mas, el café Gluck (La pintura que hace Sweig de este lugar me hizo acordar mucho al queridísimo Café Tortoni de Buenos Aires) al igual que el resto del mundo, cambia y de dar cobijo a Mendel.
Un relato sobre las mentes prodigiosas que se pierden con la muerte y el olvido. Justamente, como dice Sweig en el final,  eso de lo cual pretenden defendernos los libros.

jueves, 20 de octubre de 2011

Mas libros de Jeffrey Brown.


En estos días he leído cuatro libros más de este autor, del que ya había comentado "Pequeñas cosas".
Jeffrey Brown nació en Michigan en 1975, y partió a Chicago a estudiar arte en el año 2000. Mas tarde abandonó el arte para dedicarse a los cómics, y se autopublicó su primer novela gráfica "Torpe", algo bastante habitual en el ambiente. A su tiempo logró suscitar interés de las editoriales, y así siguieron otras dos novelas gráficas "Inverosímil" y "Cualquier sencilla intimidad", las que completan la llamada trilogía de las novias. En cada una de estas novelas cuenta uno de sus noviazgos. Luego publicó otros libros, todos siempre autobiográficos, un poco mas fragmentados, que cuentan episodios de  su vida, pero siempre fieles a su estilo. 
¿Y cual es el estilo de este autor? Bueno, en primer lugar hablemos de los dibujos: Jeffrey Brown no se destaca por un dibujo impecable, ni siquiera es muy original en la forma de narrar a través del cómic. Tanto su técnica como su narración son absolutamente básicas. Incluso en algunos libros podemos ver tachones o desprolijidades. Por momentos esto me resultaba un poco molesto porque me hacía dificil entender algunas historias. Sin embargo, un vez que me sumergí en el mundo del autor, me di cuenta que esa forma rústica de contar hace a la esencia de Brown-personaje:  Un tipo absolutamente común y corriente, con una vida sencilla. Brown no pretende ser poseedor de algún talento fuera de lo común: no se considera un gran artista ni nada. Te cuenta su vida, sus amores, su adolescencia... y la sencillez de sus dibujos acompaña ese relato: íntimo, de cosas que (como dice otro dibujante, Liniers) "te pasan si estás vivo" Simplemente eso.
Así, las historias de Jeffrey Brown están llenas de momentos que tal vez no serían dignos de ser incorporados a un relato: los tiempos muertos de la espera, de conversaciones telefónicas intrascendentes, de charlas con las que no se llega a ninguna parte...
En ese sentido es irónica la elección de algnos de los títulos de sus libros. Por ejemplo, que uno de ellos se llame "Escenas imborrables" (En el original "Undeleted scenes", en clara referencia a las famosas "escenas borradas" que acompañan las ediciones de DVD). Las historias de Brown, por el contrario, están llenas de esas escenas "borradas" y al leer a este muchacho que tiene casi mi edad, pero nació en un país lejano y diferente al mío, logro rescatar esas escenas borradas de mi propia vida.
Parece que las relaciones amorosas de la juventud son mas o menos iguales en todo el mundo: Por ejemplo ¡esas conversaciones/negociaciones acerca "dónde vas a salir esta noche con tus amigos"! ¡¡¡Y luego tratar de convercer a los amigos de uno para ir a tal o cual lugar y encontrarse con el susodicho/a!!! La incomodidad de los primeros besos, momento dilatado hasta la estupidez, la espera de un llamado telefónico, los ratos con amigos y los divages "me quiere, no me quiere", las peleas o desencuentros por estupideces que después no logras recordar... 
Supongo que la gran capacidad de resucitar estos pequeños momentos tiene que ver con que Jeffrey Brown es un apasionado de lo que hace: En esa narración de lo cotidiano, siempre se lo ve con un block dibujando. Todo el tiempo. Mientras que yo como lectora aprovecho cada minuto para hojear algo, él hace lo mismo con sus dibujos. Y allí, en esos blocks, debe quedar el testimonio de todo.
Esos pequeños retazos de nada son lo que da vida a las historias de Jeffrey Brown.
Y vuelvo a la ironía de los títulos: Que uno de sus libros se llame "Inverosímil" no puede ser mas que una ironía, puesto que nada mas verosímil que lo que cuenta el autor.
Y puesto que ese es el título del libro que mas me gustó, lo elijo para abundar en mi comentario: Aquí Jeffrey nos cuenta su noviazgo con Allisyn, la chica con la que perdió la virginidad. Desde el momento en que se conocen, el laaaargo coqueteo, el demorado primer beso y el aún mas demorado encuentro sexual -incómodo y poco feliz como suelen ser- hasta la ruptura telefónica (la peor de s incorrecciones políticas del terreno amoroso, creo). Mas allá de la sencillez a la que me he referido, que hace que esta historia sea parecida a miles de otras historias, el relato logra perfilar dos personajes principales muy interesantes, especialmente el de Allisyn. A mi me gustan bastante las historias de psicópatas, de ahí que Dexter sea uno de mis ídolos... pero después de leer "Inverosímil" me quedé pensando que el daño que puede hacer una mujer histérica es igualmente devastador!!! Allisyn es una especie de monstruo mitológico de la histeria y el egoísmo, insoportable. Parece demostrar la veracidad de la creencia de que a los hombres les gustan las mujeres que los maltratan. La verdad es que el pobre de Jeffrey debe haber quedado para terapia después de semejante noviazgo...suerte que tenía su arte para hacer catarsis!!! Con decir que sobre el final de la relación, le dice que "necesita tiempo" y renglón seguido le dice que vaya a su departamento porque "aun tienes que ayudarme con la mudanza" (¡¡¿?!!). Una porquería de piba, aunque el autor/protagonista, un poco blandengue, hay que decir. Y allí radica otra de las virtudes de Brown: se muestra en toda su humanidad, con aciertos y defectos, que lo hacen creíble, cercano y entrañable.
Un tipo que no pretende ser poseedor de un talento especial, dije antes.
Pero que sin lugar a dudas lo tiene y de sobra.
Leí en un blog por ahí que su lectura es adictiva. Después de cinco de sus obras, puedo suscribir a ese comentario.

http://www.jeffreybrowncomics.com/

sábado, 8 de octubre de 2011

La muerte de Iván Ilich. León Tolstoi


Como la lectura en formato digital me resultó tan práctica, compré un clásico que tenía pendiente hace rato: "La muerte de Iván Ilich" de Tolstoi. Me lo devoré en un par de días.
¿Qué puedo decir de este libro? Es imprescindible. Creo que eso lo resume. Entretenido, ágil y breve. Y sin embargo... qué duro lo que cuenta, cuan profundamente logra adentrarse en la enfermedad, el dolor, la soledad total del enfermo, el egoísmo de los seres queridos, la omnipotencia de los médicos, la mezquindad de los amigos y compañeros de trabajo...
Pero fundamentalmente "La muerte de Iván Ilich" conmueve al abordar el tema de la inminencia e inevitabilidad de la muerte.

"Iván Ilich vio que se moría y su desesperación era continua. En el fondo de su ser sabía que se estaba muriendo, pero no sólo no se habituaba a esa idea, sino que sencillamente no la comprendía ni podía comprenderla.
El silogismo aprendido en la Lógica de Kiezewetter: «Cayo es un ser humano, los seres humanos son mortales, por consiguiente Cayo es mortal», le había parecido legítimo únicamente con relación a Cayo, pero de ninguna manera con relación a sí mismo. Que Cayo -ser humano en abstracto- fuese mortal le parecía enteramente justo; pero él no era Cayo, ni era un hombre abstracto, sino un hombre concreto, una criatura distinta de todas las demás: él había sido el pequeño Vanya para su papá y su mamá, para Mitya y Volodya, para sus juguetes, para el cochero y la niñera, y más tarde para Katenka, con todas las alegrías y tristezas y todos los entusiasmos de la infancia, la adolescencia y la juventud. ¿Acaso Cayo sabía algo del olor de la pelota de cuero de rayas que tanto gustaba a Vanya? ¿Acaso Cayo besaba de esa manera la mano de su madre? ¿Acaso el frufrú del vestido de seda de ella le sonaba a Cayo de ese modo? ¿Acaso se había rebelado éste contra las empanadillas que servían en la facultad? ¿Acaso Cayo se había enamorado así? ¿Acaso Cayo podía presidir una sesión como él la presidía?
Cayo era efectivamente mortal y era justo que muriese, pero «en mi caso -se decía-, en el caso de Vanya, de Iván Ilich, con todas mis ideas y emociones, la cosa es bien distinta. y no es posible que tenga que morirme. Eso sería demasiado horrible».
Así se lo figuraba. «Si tuviera que morir como Cayo, habría sabido que así sería; una voz interior me lo habría dicho; pero nada de eso me ha ocurrido. Y tanto yo como mis amigos entendimos que nuestro caso no tenía nada que ver con el de Cayo. ¡Y ahora se presenta esto! -se dijo-. ¡No puede ser! ¡No puede ser, pero es! ¿Cómo es posible? ¿Cómo entenderlo?»"

En la historia de la muerte de Iván Ilich está trenzada la de su vida. La de su infeliz matrimonio, que de alguna manera lo llevó a concentrarse en las ambiciones de su carrera laboral, logros que en definitiva no le brindarían ninguna verdadera gratificación. Iván Ilich se da cuenta al final de su vida del error de sus elecciones. Él, que siempre había tratado de vivir "como debía", ahora indaga profundamente en el "cómo" ¿En qué consistía verdaderamente vivir "como se debe"?

"-¿Cómo vivías antes? ¿Bien y agradablemente? -preguntó la voz. y él empezó a repasar en su magín los mejores momentos de su vida agradable. Pero, cosa rara, ninguno de esos mejores momentos de su vida agradable le parecían ahora lo que le habían parecido entonces; ninguno de ellos, salvo los primeros recuerdos de su infancia. Allí, en su infancia, había habido algo realmente agradable, algo con lo que sería posible vivir si pudiese volver. Pero el niño que había conocido ese agrado ya no existía; era como un recuerdo de otra persona.
Tan pronto como empezó la época que había resultado en el Iván Ilich actual, todo lo que entonces había parecido alborozo se derretía ahora ante sus ojos y se trocaba en algo trivial y a menudo mezquino.
Y cuanto más se alejaba de la infancia y más se acercaba al presente, más triviales y dudosos eran esos alborozos. Aquello empezó con la Facultad de Derecho, donde aún había algo verdaderamente bueno: había alegría, amistad, esperanza. Pero en las clases avanzadas ya eran raros esos buenos momentos. Más tarde, cuando en el primer período de su carrera estaba al servicio del gobernador, también hubo momentos agradables: eran los recuerdos del amor por una mujer. Luego todo eso se tornó confuso y hubo menos de lo bueno, menos más adelante, y cuanto más adelante menos todavía.
Su casamiento... un suceso imprevisto y un desengaño, el mal olor de boca de su mujer, la sensualidad y la hipocresía. Y ese cargo mortífero y esas preocupaciones por el dinero... y así un año, y otro, y diez, y veinte, y siempre lo mismo. Y cuanto más duraba aquello, más mortífero era. «Era como si bajase una cuesta a paso regular mientras pensaba que la subía. Y así fue, en realidad. Iba subiendo en la opinión de los demás, mientras que la vida se me escapaba bajo los pies... Y ahora todo ha terminado, ¡Y a morir!»
«Y eso qué quiere decir? ¿A qué viene todo ello? No puede ser. No puede ser que la vida sea tan absurda y mezquina. Porque si efectivamente es tan absurda y mezquina, ¿por qué habré de morir, y morir con tanto sufrimiento? Hay algo que no está bien.»
«Quizá haya vivido como no debía -se le ocurrió de pronto-. ¿Pero cómo es posible, cuando lo hacía todo como era menester?» se contestó a sí mismo, y al momento apartó de sí, como algo totalmente imposible, esta única explicación de todos los enigmas de la vida y la muerte. "


Lo dicho: Un libro imprescindible, que confirma el genio literario de Tolstoi, y la implacable fortaleza y superioridad de la ficción literaria y la novela, para acercarnos un poco mas al conocimiento de nosotros mismos.
Con suerte, si seguimos leyendo, seremos un poco menos Iván Ilich cada día.


miércoles, 5 de octubre de 2011

"Mamando" Jane Austen


Hola amigos. Aquí estoy iniciando la nueva etapa, muy feliz con mi bebita. Como les dije cuando contesté sus saludos, no he dejado de leer, todo lo contrario. Pero he aquí que he descubierto una nueva forma de lectura, o un nuevo soporte, mas bien.
Resulta que mi marido me regaló un celular (Samsung Galaxy) que tenía cargados varios libros en inglés. Por un lado "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen y además la obra completa de Sir Arthur Conan Doyle.
En las largas horas de lactancia, y con una sola mano disponible, el pequeño artefacto me resultó de lo más práctico. Además la pantalla es lo suficientemente grande para  ver las letras, y como tiene luz propia, puedo leer, por ejemplo, a las tres de la mañana, cuando la niña toma el pecho.
Empecé, por lo tanto, con "Orgullo y Prejuicio". Como ya lo había leído, pensé que resultaría más fácil la lectura en un idioma extranjero.
Y realmente ni me dí cuenta que estaba leyendo en inglés. Es que "Orgullo y Prejuicio" es un libro que me resulta tan entrañable, tan familiar, que desde sus primeras páginas es reencontrarse con un viejo amigo. En las primeras líneas ya sentí esa comodidad de estar en casa, como cuando una abre "Mujercitas" y lee: "Navidad no será navidad sin regalos".
Sin embargo, esta relectura (y pensándolo bien, es sólo la segunda vez que lo leo, porque los repasos han sido siempre con versiones televisivas o cinematográficas) en la que cuento con la ventaja de conocer al dedillo a los personajes y sus circunstancias, me ha permitido disfrutar de la brillante escritura de Jane Austen, de su humor, su famosa ironía, la construcción impecable de personajes principales y secundarios (Mr. y Mrs. Bennett son hallazgos literarios) y de constatar, una  vez mas, que las historias y las motivaciones del mundo de Austen resuenan en la actualidad mas de lo imaginable.
La verdad que no podía esperar a reencontrarme con el ... bueno, con el celular, que resultó ser un regalo mas que oportuno.
Y voy adelantando que probablemente pase a engrosar las filas de lectores de e-books, sin dejar el papel, por supuesto.
¡Ah! ¿Y qué me dicen de Zoe? ¡Mamando Jane Austen desde sus primeros días de vida! Si mas adelante observo que está muy obsesionada por conseguir novio, probablemente deba adjudicarlo a mis noches de lectura y lactancia materna.
(esa mano tan fea no es mía, pero ése es el celular en cuestión)