viernes, 31 de diciembre de 2010

Mala Onda. Alberto Fuguet


Último libro de 2010, la novela emblemática de Alberto Fuguet, el chileno que es un referente de la literatura latinoamericana post- boom. Lejos del realismo mágico y con una fuerte influencia de la literatura norteamericana, esta novela es una muestra clara de su identidad como autor, de los temas que aborda y de su estilo.
Matías Vicuña es un niño bien de la clase alta de Santiago de Chile. Todos sus amigos pertenecen a la misma clase social, con padres ricos de billetera fácil que pertenecen a clubes privados y hacen vidas licenciosas.
La novela abarca diez días. Empieza el 3 de spetiembre de 1980, con Matías volviendo de su viaje de fin de curso en Brasil. El personaje adolescente vuelve a Santiago, a su vida anterior que no lo conforma para nada. El país se prepara para un plesbicito que decidirá la reforma constitucional que permitirá a Pinochet permanecer en el poder casi indeterminadamente. Allí, vagando por el barrio en su bicicleta, o caminando pensando en sus dramas amorosos, o pasando el rato en bares o con sus amigos, todo parece desmoronarse para Matías, que no encuentra contención ni bienestar con nada ni nadie. Un rally de drogas, bebida y excesos que lo han emparentado con "Menos que Cero" de Breaston Ellis (Otras obras relacionadas: hace poco vi la versión cinematográfica de "Twelve", que está en la misma línea, y también me recordó mucho a "Azul casi transparente" de Ryu Murakami) y una rebeldía respecto de todo: de la sociedad y la idiosincracia chilenas, la vida de la clase alta y conservadora, pero también cuestiona cosas de la izquierda.
Hay una fuerte identificación de Matías con Holden Caufield (protagonista del libro "The Catcher in the Rye" de Salinger,  libro de lectura obligada requerida para leer "Mala Onda", y desgastado referente como obra "de inciación"),
Un adolescente con padres que quieren ser adolescentes, viviendo en un mundo donde nadie sabe bien donde está parado, donde la única libertad posible es la de la droga, los excesos, el sexo. Y donde la tentación del consumo y la comodidad son jaulas de oro que apestan pero son difíciles de abandonar.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Series "The Big C" y "Weeds"


Entre las cosas que me quedaron en el tintero del 2010 se encuentran estas dos series, que tienen en común su corta duración (media hora) y además el hecho de haber logrado abordar temas muy complejos y oscuros con gracias, sutileza, lucidez y humor.
Por un lado tenemos "Weeds", una serie que sigo hace unos cuantos años, y se basa en la premisa de un ama de casa suburbana que se queda viuda y como forma de mantener su nivel de vida y sostener a su familia, se dedica a vender mariguana.
En la primera temporada, la historia de Nancy Botwin (Mary Louise Parker), sus hijos, su cuñado Andy que reaparece en sus vidas y los vecinos del Barrio Majestic, desnudaba las contradicciones y las frustraciones que encerraba el "american way of life" y la mentira del sueño americano. Apareció así un mosaico de personajes secundarios muy bien delineados, entre los que no se puede dejar de destacar a Doug, un contador falopero muy divertido.
Pero claro, la venta de droga no es un juego, y Nancy, a medida que van pasando las temporadas de las serie, se ve metida en problemas cada vez mas complicados, en parte por la actividad que hace y en parte por su propia atracción al peligro y la aventura, que se va haciendo cada vez mas marcada.
Esta línea argumental "de cowboys" que fue adoptando la serie, hizo que la cuarta y quinta temporadas decayeran un poco. Pero justamente en la última temporada la serie se reivindicó completamente, con buen ritmo, y retomando el rumbo... hacia no sé dóne exactamente, porque la familia Botwin tampoco lo sabe, pero es evidente que después de un pequeño bache en el largo camino, la serie promete mantener el excelente nivel que la ha caracterizado.


Como dice el poster, si pensaban que Nancy Botwin vivía la vida al borde... ¡¡¡Esperen a conocer a Cathy!!! Si meterse con el mundo de las drogas es difícil, ¿qué me dicen del cáncer?. La letra "C" a la que hace mención el título de esta serie "The Big C", hace referencia a la enfernedad que sufre su protagonista, Cathy Jamison (Laura Linney). El cáncer está ya muy avanzado, al punto de que Cathy decide no hacer siquiera quimio. Tampoco le cuenta a su esposo Paul (el genial Oliver Platt en el papel es un regalo aparte) ni a su hijo ni a nadie lo que le está pasando. Su enfermedad desata una crisis existencial, que le hace replantearse su vida, sus deseos y sus decisiones. Cathy toma las riendas del resto de su vida, aunque bastante desorientada.
"The Big C" es una comedia que no le da la espalda a lo tremendo de la condena a muerte que pesa sobre su protagonista. El guión es una pieza de relojería que nos lleva de momentos duros a momentos de risa en dosis justas. Divertida, conmovedora, creíble, sin golpe bajo alguno. Un logro.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Va siendo hora del balance 2010

Bien. Ya va terminando el 2010, y aunque me quedan las últimas páginas de "Mala Onda" de Carlos Fuget como cierre del año, voy haciendo un balance de los libros leídos este año, que fueron los siguientes (en orden de aparición):
- Middlemarch, de Georgie Eliot
- La Dama de Blanco, de Wilkie Collins
- Azul casi Transparente, de Ryu Murakami
- Proleterka, de Fleur Jaeggy
- El oficinista, de Guillermo Saccomanno
- Historia del Llanto, de Alan Pauls
- Historia del Pelo, de Alan Pauls
- Invisible, de Paul Auster
- Patty Diphusa, de Pedro Almodovar
- El cielo es azul, la tierra es blanca, de Hiromi Kawakami
- Higiene del asesino, de A. Nothomb
- 24 horas en la vida de una mujer, de Stefan Sweig
- Viaje al Pasado, de Stefan Sweig
- N. P. , de Banana Yoshimoto
- La extraña desaparición de Esme Lennox. de M. O Farrell
- Teclados, de Raúl Artola
- Te pido un Taxi
- Perder, de Raquel Robles
- Cae la noche tropical, de Manuel Puig
- Agosto, Romina Paula
- ¿Vos me querés a mi?, de Romina Paula
- Atentado, de A. Nothomb
- Las Catilinarias, de A. Nothomb
- La Historia del Amor, de Nicole Krauss
- Llega un Hombre y dice, de Nicole Krauss
- El Angel de la Guarda, de Fleur Jaeggy
- Derrumbe, de Daniel Guebel
- El arrebato de Lol V. Stein, de Marguerite Durás

Y los nominados son.....
Mejor Libro del año 2010: Hubo varios buenos libros, pero el primero que me aparece en la cabeza (y por lo tanto tendré que otorgarle el premio) es "Agosto" de Romina Paula. Todas las críticas favorables a esta novela son merecidas. Es un libro que me habló de mí misma, de mi generación, y lo hizo desde una forma de contar novedosa. Una autora para tener en cuenta de la espero todavía grandes cosas, pero que con "Agosto" ya se ganó mi corazón.
Mayor desilusión: "Invisible" de Paul Auster. Un autor que me gusta muchísimo y al que permanezco fiel. Sin embargo este libro fue francamente pobretón y olvidable.
Libros Abandonados: "Lo Mejor de la Vida" de Ronna Jaffe, libro en el que supuestamente está basada la brillante serie Mad Men, pero que me resultó aburridisimo y "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas" de Haruki Murakami, que me cansó por ser puramente fantástico y delirante.(Conclusión, algunos de mis autores favoritos me han desilusionado en el 2010).
Peor libro: "Perder" de Raquel Robles.
Libro mas sobrevaluado: Iba a ser "El oficinista" de Saccomanno, pero fue vencido por "Derrumbe" de Daniel Guebel.
Hallazgos: Para mí el hallazgo del año fueron dos autoras: Romina Paula y  Nicole Krauss...Aunque por supuesto, para mí  ha sido en el mundo del cómic donde aparecieron cosas que desconocía y que realmente me han sorprendido y fascinado, por eso aquí sigue el

Balance Novela gráfica y Cómic:
Tal vez los poco entendidos o aún no bautizados en el mundo del cómic, el manga, el nouvelle manga o la novela gráfica no lo quieran aceptar, pero una vez mas me toca salir a la defensa de este formato, con el cual se alcanza un nivel artístico sublime. Son libros que comunican desde la palabra y la imagen. Dicen que "una imagen vale mas que mil palabras" y a veces es cierto. Por lo tanto, si el autor es talentoso, es inevitable que más de una vez la novela gráfica supere a la literatura (si se trata de literatura menor, por supuesto). Me parece hasta injusto medir los libros que he leído con las novelas graficas, y por eso haré el balance por separado. Porque en realidad, lo mejor que leí este año, sin duda está entre los siguientes:

- Barrio Lejano, de Jiro Taniguchi,
- Maus, de Art Spiegelman
- El Síndrome Guastavino, de Carlos Trillo y Lucas Varela
- Un Zoo en invierno, de Jiro Taniguchi
- Dora, de Minaverry
- Tokio es mi Jardin, de P. Boilet
- Los Años del Elefante, de W. Linthout
- George Sprott, de Seth
- La vida es buena si no te rindes, de Seth
- Vals con Bashir, de Ari Folman
- Fahrenheit 451, de Ray Bradbury
- Frankenstein, de M. Shelley
- Buen tiempo, de Joe Matt
- Pobre cabrón, de Joe Matt
- Nunca me has gustado, de Chester Brown
- El Almanaque de mi padre, de Jiro Taniguchi

Y los elegidos son:
Mejor Novela Gráfica: George Sprott, de Seth. ¿Qué es "George Sprott"? ¿Una tira cómica, una poesía, un libro de filosofía? Increíble los miles de matices, de momentos ma´gicos, de reflexiones lúcidas y melancólicas alas que llega el lector solito, siendo testigo de una vida mas entre muchas, la del gordito Sprott.

Destacable: "Los Años del Elefante".

Un clásico: Maus, de Art Apiegelman.

Un hallazgo: Los tres amigos canadienses: Seth, Brown y Matt.

Malos: Ninguno.

Un año de pocos clásicos, de muchos argentinos, y de mucha novela gráfica. Lo destacable, sin duda, las que podria calificar de obras maestras sin ponerme colorada, estuvieron todas en esta última categoría.

jueves, 23 de diciembre de 2010

El Fotógrafo 1 y 2

El Fotógrafo narra el primer viaje del fotógrafo Didier Lefèvre, a Afganistán, acompañando a una expedición de Médicos Sin Fronteras. El viaje lo realizó en el año 1986, cuando Rusia y Afganistán estaban en guerra. La misión trata de llegar a un hospital de guerra en un valle y de montar otro más lejos, pasando unos 15 pasos de montaña de más de 5.000 metros de altura.

En pleno conflicto entre los soviéticos y los mujahidin, este joven fotógrafo deja París para embarcarse en esta aventura plagada de peligros, un viaje terriblemente sacrificado y duro, no sólo físicamente, sino también desde el punto de vista moral, ya que debe ser testigo de muchísimos hechos de injusticia, violencia y sufrimiento.

El relato de la expedición, sin embargo, mantiene un perfecto equilibrio entre los momentos duros y los momentos lindos, de compañerismo y buena onda entre los médicos sin fronteras y Didier y también con la gente de Pakistán y Afganistán.

Punto aparte es la técnica sumamente novedosa utilizada para contar esta historia: Se trata de un cómic donde algunas de las viñetas son dibujadas y otras son justamente las fotografías que fue sacando Didier en su viaje. Realmente las fotos son espectaculares, aunque a mí me gustaron tanto que en algunos casos me hubiera gustado verlas mas grandes, para apreciar cada uno de los detalles.

El relato de alguien que vivió toda la experiencia, contado en primera persona, sumado al recurso de las fotos, nos sumerge completamente en la historia. Después de leer el primer tomo, salí al patio de mi casa y me parecía extraño que todo estuviese tan en calma, que no hubiese helicópteros rusos sobrevolando para matarme, ni minas antipersonas acechando para mutilar a los niños.

Pocos días después de haber leído los dos tomos, justamente vi la película "Charlie Wilson´s War" con Tom Hanks, Julia Roberts y Philip Seymour Hoffman. Además de ser una película muy entretenida y bien actuada (que cuenta la forma en que el congresista Wilson ayudó a Afganistán a ganar la guerra armando a los guerrilleros), yo sentí que conocía mucho sobre el tema, los paisajes y la gente, a través de esta novela gráfica. Igualmente, lo que se ve en la película no es nada en comparación con este cómic que comento.
De inolvidable lectura, quien lea “El Fotógrafo” tendrá un poquito mas de conciencia de que en el otro lado del mundo la gente sufre las consecuencias de la guerra (cualquier guerra). Y que hay héroes anónimos, como los Médicos Sin Fronteras, que todos los días ponen su vida en riesgo para aportar su granito de arena. Y que hay artistas apasionados dispuestos a ser testigos y a dar testimonio de todo esto.


EL FOTÓGRAFO 1 - Guión: Emmanuel Guibert - Dibujo: Didier Lefèvre y Frédéric Lemercier - Ediciones Glénat - Coleccion delicatessen - Cartoné. 80 págs. Color. - Precio: 15 euros.

EL FOTÓGRAFO 2 - Guión: Emmanuel Guibert - Dibujo: Didier Lefèvre y Frédéric Lemercier - Ediciones Glénat, Coleccion delicatessen - Álbum 24x31cms, tapa dura 80 páginas a color - Precio: 15 euros

martes, 21 de diciembre de 2010

Las Grutas


En un post anterior dije que Las Grutas (un balneario que queda a 280 km de Viedma) era mi lugar en el mundo.
Gracias al abuelo, que un verano vio nuestra felicidad saltando en las olas y compró una casa allí, he pasado en Las Grutas casi todos los veranos de mi vida, todas las etapas.
Desde la infancia, cuando compartía jornadas eternas de playa con mis hermanos y mis padres, haciendo castillos y fuertes de arena y dándome baños eternos en las aguas transparentes de la Bajada Cero, hasta hoy, que vengo con mi marido a leer tranquila tomando sol y a disfrutar una rica cena en los restaurantes de la villa, siempre en crecimiento.
Pero Las Grutas, fundamentalmente, es el lugar donde transcurrió mi adolescencia. Donde tomé la primer cerveza y fui por primera vez a bailar.
En los veranos de Las Grutas me sacudía la modorra del pueblo y hacía amigos de otros lugares de la provincia, porque todos los jóvenes confluíamos allí: gente de Bariloche, Cipolletti, Villa Regina, Viedma y por supuesto, San Antonio Oeste, la ciudad que queda a 15 Km de la villa.
Tengo los mejores recuerdos de mis amigas de Choele y Lamarque y por supuesto de mis amigas de Viedma, que valientemente pasaban 15 días en carpa, alimentadas a base de pate foie y galletitas. La rutina era playa de día y boliche hasta el amanecer, casi no dormíamos, no había tiempo.
Me acuerdo de un verano fantástico en que abrió un boliche diminuto que se llamaba "Glasnost", donde escuchábamos la mejor música: Los Rolling, U2, The Doors, The Clash... aunque el lugar obligado y siempre fiel era Marnos, un boliche con un balcón espectacular desde el cual se puede ver el amanecer en el mar. Allí sonó "El amor después del Amor" de Fito Paez y "La mosca en la sopa" de Los Redondos, discos estrenados mas o menos por la misma época que "Use your Ilusion" de los Guns...
Minishorts, cervezas, tragos invitados por algún chico, sellito imborrable en el dorso de la mano que te ponían a la entrada de los locales, cono de papas fritas a la salida...
Las Grutas fue y sigue siendo el mejor lugar para ser niño, adolescente, joven o viejo.
Pero si sos adolescente en Las Grutas, sos el rey.
Y está bueno ser rey, aunque sea por un par de veranos en la vida.
Acá en mi habitación de la casa de Las Grutas: las amigas... y la hermanita menor
Con las chicas en la playa
Esperando una tormenta bellísima que se acercaba

lunes, 20 de diciembre de 2010

El arrebato de Lol V. Stein. Marguerite Durás



Todos saben que la extraña locura de Lol V. Stein tuvo su inicio en la sala de baile del casino municipal de T. Beach, donde su prometido sucumbió al hechizo de otra mujer. Todos piensan que Lol, quien asistió impávida al prolongado abrazo de ambos, no pudo resistir el abandono, el desamor. Todos se equivocan.

Han pasado diez años. Lol V. Stein se ha casado, se ha ido a vivir muy lejos, ha tenido hijos y parece completamente restablecida de su pasada postración. Ahora vuelve a S.Tahla, su ciudad natal, por donde realiza diariamente largos paseos. Allí reencuentra a Tatiana Karl, una antigua amiga de la infancia. A través de ella y de su amante, Jacques Hold -narrador de esta historia-, Lol intentará reconstruir las piezas del drama de amor absoluto e imposible que provocó su arrebato aquella noche de baile, en el casino de T. Beach.



Me interesó leer esta novela que menciona la autora en su libro "Escribir" (obra de cabecera para cualquiera que escriba, fragmentos exquisitos sobre la experiencia de la escritura, que van perfilando a esta mujer, puro genio e inspiración).
Dice M. Durás: "En Lol V. Stein ya no pienso. Nadie puede conocer a L. V. S., ni usted ni yo. Y hasta lo que Lacan dijo al respecto, nunca lo comprendí por completo. Lacan me dejó estupefacta. Y su frase: "No debe saber que ha escrito lo que ha escrito. POrque se perdería. Y significaría la catástrofe"...:"
Esto me intrigó y quise leer la novela de inmediato. Me encontré con una historia que es aparentemente sencilla, pero el mundo de Lol V. Stein es sin lugar a duda extraño para cualquiera de nosotros. Lejos de ser un libro aburrido o dificil de entender (al contrario, la escritura prístina de Durás, sus oraciones cortas, su lenguaje sencillo y a la vez certero son de por sí un placer, mas allá de lo que se cuente) uno como lector se siente un poco perdido, imposibilitado de entender a los protagonistas. Hipnótico y enigmático, este libro es un viaje por la mente de una mujer que está fuera de sí, una mujer a la que le sacaron algo (le "arrebataron" algo) y a medida que el libro avanza es cada vez mas claro que eso que le falta no es el novio que se fue con otra en un baile hace ya muchos años. "A Lol ya le faltaba algo para estar- dice: ahí. Daba la impresion de soportar con un sosegado fastidio a una persona a quien debía parecerse pero de la que se olvidaba a la menor ocasión" dice su amiga Tatiana Karl.
Dificilmente sepamos qué es eso que le faltaba, que le fue arrebatado o que nunca tuvo.
Ver. Presenciar. Y en ese ver ser otro, completar lo que no se tiene. Llenar el vacío. Hay mucho de esto en la novela. Y quizás la clave como lectores sea la misma: Ser testigos del mundo de Lol, y no tratar de entenderla.
O leer a Lacan. Pero esa es otra historia.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

El lugar donde vivo

Esta entrada no se llama “mi ciudad”, porque vivo en un lugar que está compuesto de muchos: Si bien mi DNI señala que tengo mi domicilio en Viedma, Provincia de Río Negro, sólo un hermoso río nos separa de Carmen de Patagones, la última localidad de la Provincia de Buenos Aires. Así que hace unos años los que vivimos en Viedma o Patagones, nos consideramos habitantes de La Comarca. Aunque dista de ser una comunidad tan idílica como la de Bilbo Bolsón, eso desde ya lo aclaro.



Viedma es una ciudad extraña, porque es una capital de provincia, pero muy pequeña. De acuerdo al último censo, Viedma y Patagones juntas apenas alcanzan los 65.000 habitantes. Eso convierte a Viedma en la tercera capital de provincia más pequeña, superando apenas a Rawson (Chubut) y Ushuaia (Tierra del Fuego). Esa doble cualidad la convierte en un pueblo chico, donde el infierno grande tiene cara de política. Aquí los chismes no pasan por el noviecito de la hija de la vecina, sino por negociados políticos, acomodos, corrupción y otras bondades que trae aparejado el poder. Acá en la escuela secundaria el grupo de niñas y niños populares no lo componen los deportistas y mas agraciados, sino probablemente los “hijos de”. Es un clima muy particular: tenemos cosas de ciudad grande y cosas de pueblo chico.

A quienes vivimos aquí nos resulta un privilegio: Viedma tiene una costa río preciosa. El río es bello todos los días, a toda hora. Es un paisaje que siempre te hace dar ganas de sacar fotos. En todas las estaciones se puede disfrutar, sea caminando, dando una vuelta en auto, ir a sentarse a tomar unos mates o en verano disfrutarlo como balneario. Con mi perrito somos habitantes diarios de la costanera.







Ahora, sí: Cada vez que viene por estas tierras algún turista, queda fascinado por Carmen de Patagones. Esta ciudad conserva muchísimas construcciones de la época de la fundación, y además sus vecinos son muy activos en cuando a la protección del patrimonio cultural. De modo que sus casa antiguas y el hecho de que está construida en un territorio elevado la hacen mucho más pintoresca que Viedma.



El mar está muy cerquita: Sólo a 30 kilómetros tenemos el Balneario El Cóndor. No es mi preferido, porque cada vez que voy me toca sufrir el viento. Pero quienes tienen casa allí siempre defienden su mala fama y dicen que la tardecita “es la mejor hora”, así que haciendo un voto de confianza en mis amigos fans de “El Cóndor”, pondré esta foto maravillosa que parece darles la razón:



Al balneario El Condor le siguen muchas playas hermosísimas: Playa Bonita 1, Playa Bonita 2 y La Lobería, que a mí me encanta y como tiene una barranca altísima está muy bien protegida los días que hay viento. Es una playa muy especial, con piedritas diminutas, y muchos piletones que se dejan ver cuando baja la marea.


Porque acá en la Patagonia las mareas son ENORMES…. El agua se retira muchísimos metros, lo que le da a las playas fisonomías diferentes: tenés una playa enorme al mediodía y muy chiquita (si subió la marea) a la tarde. Es algo muy loco que yo pensaba que era así en todos lados, pero cuando estuve en las playas de Uruguay me di cuenta que no es así.


Hay muchas playas mas, que tienen el encanto de la soledad y lo agreste: pongo aquí una foto de Bahía Creek.



El recorrido marítimo termina en el Balneario Las Grutas, a 280 kilómetros de Viedma. Pero a Las Grutas le voy a hacer una entrada especial, porque es mi lugar en el mundo, y porque además estaré allí este fin de semana, así que el homenaje lo haré in situ. Saludos y buen verano!!!!

jueves, 9 de diciembre de 2010

La lectora escribe

Ahi va un cuento que escribí en el taller literario. Es autobiográfico.

La herencia


Me recuerdo mirando la biblioteca.

Mi casa era sencilla e incompleta. Sueño inconcluso y eternamente en obra de mis padres, dos profesores de literatura. Siempre faltaba agregar una habitación aquí, un cerámico allá, terminar el quincho o poner el barral de la escalera.

Pero la biblioteca, al menos para mí, era el lujo del hogar. Ocupaba una pared entera, del piso al techo. Arriba estaban los libros más lujosos y los que menos se usaban: “Historia del Arte”, “Grandes Maestros de la Pintura” “Mitología Griega”, una versión encuadernada en cuero de El Quijote, los tomos de Aguilar de Sthendal, Shakespeare y Goethe. Luego venían los de literatura europea, latinoamericana y argentina. Más a mano, los libros que mis padres usaban para dar clase: los que más recuerdo son los de Loprete y el de Lacau- Rosetti, de quienes recién años después me enteré que eran dos personas y no una con doble apellido. Había también decenas de ejemplares del Martín Fierro y el Mio Cid, para entregar a los alumnos irresponsables o desafortunados, que no tenían el material en clase.

Los libros entraban y salían en y de la biblioteca, que siempre variaba su fisonomía y parecía ser el centro gravitacional de la casa. Muchos de los ejemplares tenían una firma que aprendí a reconocer tempranamente: la de Alfredo, mi padrino de bautismo.

Alfredo había sido compañero de la facultad de mi papá, que empezó a estudiar de grande. Yo nací en el 74, cuando ellos estaban en tercer año de la carrera y el ex seminarista oriundo de la Capital y eterno huésped del departamento de dos ambientes que alquilaban mis viejos, fue elegido enseguida como compadre.

Eran tiempos bravos en el país y el flaco –dicen- siempre fue un visionario. Sabía que aquello sólo podía empeorar. A fines del 75 se fue de viaje por Latinoamérica, emulando tal vez el viaje iniciático del Che. Un mes después mandó una larga carta desde Colombia anunciando que no volvía. “Me enamoré de esto, Ricky” le decía a mi padre “Allá la cosa se va a poner muy brava, y la triple A ya me tiene fichado. ¡Si no puedo viajar a Buenos Aires a ver a mis viejos sin afeitarme la barba!”. “Repartan como quieran la pobreza que dejé. Lo único que quiero es que le des la Olivetti a Ana María”.

Me crié rodeada de sus cosas: Libros, artículos de camping, algunos muebles baratos. “Esto era de Alfredo” solía decir mi mamá mirando los objetos con una mezcla de ternura e incredulidad, como sorprendida de su persistencia. Yo siempre me sentí la heredera natural de esos tesoros. Especialmente de los libros.

El problema era que no sabía leer. Miraba la biblioteca altísima e inasible. Lo único que podía descifrar era una rayuela dibujada en el lomo de un libro negro, petiso y ancho. “El primer libro que voy a leer va a ser ése de la rayuelita” anunciaba con determinación ante la hilaridad de los grandes.

Mi primer anhelo fue leer. Participar de la magia de la biblioteca. Usufructuar la herencia. El segundo deseo fue escribir. Contestar las cartas y tarjetas que llegaban de Colombia muchas veces por año, y para mi cumpleaños sin falta. Alfredo se dibujaba a sí mismo con su barba, su mujer colombiana y su hijo. En todas las cartas preguntaba ¿Ya sabés leer? ¿Cuándo me vas a escribir una carta? Yo me avergonzaba mandando unos dibujitos de porquería. Estaba claro que para los adultos que me rodeaban la palabra escrita era lo que valía.

Finalmente aprendí a leer. A medida que pasaban los años me fui apropiando de la biblioteca, de sus secretos. Exploraba colecciones, empezaba y dejaba algunos libros, otros los leía varias veces.

Las cartas de Alfredo seguían llegando puntuales. Se había separado, tenía otro hijo varón que iba al jardín de infantes. El mayor estudiaba ballet, lo que me parecía el colmo de la extravagancia. La barba, decía, ya se está encaneciendo.

Un día, hurgando en la biblioteca, me llamó la atención un libro extraño, con el lomo azul entelado. Lo saqué y vi que no era un libro sino un cuaderno. Un cuaderno de tapas duras, viejo, diferente a los fragantes Rivadavia que yo conocía.

Lo abrí. En la contratapa, una dedicatoria: “A los hijos que aún no tuve, que tal vez me conozcan viejo ya, sin ganas de vivir, ni de contar lo vivido”. Era un diario de Alfredo. Pero no como los que yo llevaba en esa época: literales y ceñidos a los hechos. Éste se componía de reflexiones, poesías y el relato de cosas que le pasaban, contadas con un estilo de una belleza singular y que a la vez me era conocido: así me escribía sus cartas y tarjetas.

El cuaderno encerraba la historia de un amor prohibido: La hermana adolescente de una compañera de facultad, apenas quinceañera, se le había presentado una tarde en su departamento de estudiante y se le había ofrecido. A él. Un tipo solitario que ya pasaba los veinticinco. No supo o no pudo rechazarla. Ella, con una tozudez asombrosa, siguió yendo. Embargado por la fascinación y la extrañeza, él no entendía qué le había visto esa niña, si ya se sentía un viejo. Si ya había vivido tantas vidas.

Se dejó llevar por la obstinación de esa niña que parecía despojarlo de su libre albedrío. Tal vez por eso (por lo inexplicable que le parecía todo) a nadie le contó esa historia. Sólo al cuaderno. El cuaderno de tapas duras para los hijos que no habían nacido, y que quedó mezclado con los libros, inadvertido.

Lo guardo desde hace años. Por un tiempo pensé en devolvérselo algún día si finalmente nos encontramos. Si ese viejo de barba blanca (como dice ser hoy día) me va a esperar alguna vez al aeropuerto de Cali. Pensaba darle esas memorias, tal vez ya borroneadas en su recuerdo, para que llegaran finalmente a manos de los hijos.

Ahora que escribo estas líneas, sé que nunca lo devolveré. Me doy cuenta que siempre fue mío. La joya de la corona de la herencia de Alfredo.



martes, 7 de diciembre de 2010

Tres novelas Gráficas: Chester Brown y Joe Matt.

Cuando leí “La vida es buena si no te rindes”, del canadiense Seth, me llamó la atención el personaje de “el amigo” Chet. Mirando en las dedicatorias, descubro que el libro estaba dedicado a su amigo Chester Brown, también dibujante. Sabiendo que la historia era autobiográfica, me puse a googlear para ver quién era este Chester Brown (los entendidos sepan disculpar, recién estoy entrando y descubriendo este mundo de las novelas gráficas). Resulta que es un dibujante e historietista tan de culto como su amigo, y que la tríada se completaba con un tercer integrante, el norteamericano Joe Matt. En esta reseña descubrí que los tres hacen cómic autobiográficos, por lo tanto el autor de un cómic es personaje en otro y viceversa. Inmediatamente quise leer las obras de Brown y Matt, y finalmente (¿gracias a quién? a Carlos...como siempre) llegaron de España los fabulosos “Nunca me has gustado” (Chester Brown) “Buen Tiempo” y “Pobre Cabrón” (Joe Matt). De mas está decir que los devoré en dos días. Son buenísimos.

¡Qué envidia tener semejante grupo de amigos! ¡Son los tres geniales!... Es un poco como la amistad de Raymond Carver, “Toby” Wolff y Richard Ford…

Cada uno en su estilo, realmente son tres talentos. Ya hablé de Seth, con su nostalgia, la profundidad y el nivel de reflexión que logra darle a sus personajes. Chester Brown es un tipo tímido y de pocas palabras. Así lo muestra Seth, y así lo muestra Joe Matt. En “Nunca me has gustado” vemos a un Chester adolescente introvertido, tranquilo, abatido por su propia timidez, que se pone en el camino de sus conquistas amorosas y hasta de su relación con su madre. Logra climas perfectos, momentos en los que nos parece escuchar las solitarias pisadas en la nieve de Chester, ver los ojos enamorados de su vecina, sentir la angustia y la frustración juvenil. Hay momentos luminosos y momentos duros, como en una película de cine independiente.

Joe Matt es otra cosa. Mucho mas humor, para morir de risa, Joe Matt es uno de esos que entregan todo. Para algunos tal vez sea demasiado. Sin haber leído a Crumb, pero a juzgar por el documental que vi hace poco, debe haber puntos de conexión entre ambos: Corrosivo, politícamente incorrecto, y escatológico.
 En “Buen Tiempo” nos cuenta un fin de semana de su niñez. Allí se pinta como un niño insoportable, cobarde, mentiroso, desleal y miedoso, lleno de mañas y fundamentalmente egoísta a mas no poder. ¡¡¡Conozca al joven Joe Matt y Burt Simpsom le parecerá un ángel!!!!!
Ya con esta introducción al "personaje" de Joe, leí “Pobre Cabrón”, compuesta de varias historias autobiográficas que fueron apareciendo en la revista Peepshow. Como adulto, Joe es igual que aquel niño. De terror. Y se asume completamente mientras nos cuenta todo con lujo de detalles: Su conflictiva vida en pareja, sus fantasías más secretas, sus rutinas de masturbación, sus encuentros amorosos frustrados: todo todo todo. Por supuesto, es tal el nivel de confesión que a su vez el hecho de contar todo en un cómic de aparición periódica le genera miles de conflictos, pues ni a su novia ni a sus amigos les gusta que Joe ventile toda su intimidad (y por consiguiente la de ellos). Así que las historias son autoreferenciales. (Me hace acordar a “Los secretos de Harry” la peli de Woody Allen, ¿se acuerdan?). Si bien es cierto que Joe Matt ES un “Pobre Cabrón”, es inevitable quererlo por su honestidad brutal y por lo mucho que nos hace reír. Puntos extras por las escenas en que Joe se reúne con sus amigos Seth y Chester... creo que ese Seth sacado de quicio con la locura de Joe es lo que mas me hizo reír. (La dinámica de los amigos me hizo acordar a “4 Segundos”, así que si algún fan lee esto, consigan YA algo de Joe Matt)
 

Un hallazgo absoluto esta Santísima Trinidad. Ojalá consiga mas libros porque cuando terminé el tercero me quedé como tristona…

Acá los tienen a los tres juntos, retratados por Joe Matt:

Y acá "los verdaderos" Chester y Joe

Algunos datos de los libros:

Nunca me has gustado. Chester Brown

Astiberri Ediciones

Título original: I never liked you

I never liked you se publicó originalmente de forma seriada en los números 26 al 30 del cómic book Yummy Fur

© 1991, 1992, 1993, 1994, 2002 by Chester Brown

© 2007, Astiberri Ediciones

1ª edición. Mayo de 2007

Traducción de Óscar Palmer

Ilustración de cubierta: Chester Brown




Pobre cabrón

Autor: Joe Matt (guión y dibujo)

Editorial: La Cúpula

Fecha de edición: febrero de 2008 [2.ª edición]

180 páginas (b/n) - 12 €