La novela transcurre en la alta Edad Media, en momentos en que algunas ideas de lo que sería el renacimiento ya empezaban a filtrarse en la sociedad. El protagonista es Zenón, un médico, alquimista y filósofo con una lucidez especial y especialmente, una enorme ansia de conocimiento y sabiduría. El libro se divide en tres partes: La primera, que comprende la juventud de Zenón, tiene que ver con sus viajes. En estos capítulos, sin embargo, poco es lo que sabemos del protagonista, de quien por momentos solo conocemos su ausencia, su vida de trashumante. La novela viaja, también, como su héroe, por las vidas de personas que han estado relacionadas con Zenón: su madre, su hermana, su primo, sus maestros de juventud. Tal como su autora lo comenta en las notas que integran la parte final del libro, esta parte de la novela se asemeja a una pintura. A mi en particular me hace acordar un poco a las pinturas de Brueghel, en las que en un mismo plano aparecen cientos de historias disímiles. Cada capítulo de esta primera parte nos “pinta” la época elegida por Yourcenar. Recién en la segunda parte “La vida inmóvil” la novela, al igual que el médico y filósofo, se detienen durante unos años en un mismo lugar. Aquí se rebela el Zenón íntimo, su filosofía, sus recuerdos. Personaje maravilloso e inolvidable para cualquiera que lea esta obra. La tercera parte “La cárcel” es tan dura como perfecta.
Para destacar el primer capítulo, donde se desarrolla un dialogo entre Zenón y su primo, imperdible. La escritura de Yourcenar es un trabajo de artesanía delicado. Una autora exquisita, que para cada una de sus obras se tomó años de estudio. El resultado es una novela perfecta, un clásico.
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