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jueves, 18 de febrero de 2010
The Office.
A la mañana trabajo en una oficina de 8 a 13 horas. Cuando salgo al mediodía, me meto en otra oficina, en la papelera Dunder Mifflin.
Todos los mediodías miro uno o dos capítulos de esta serie (versión norteamericana) donde se lleva las palmas el jefe, Michael Scott, personaje de diseño complejo que puede ser injusto, agrandado, pesadísimo, tarado y siempre politicamente incorrecto, pero a la vez tierno, querible y conmovedor, deseoso de aprecio y admiración por parte de sus empleados. En todas sus versiones, Michael resulta patético, pero cuando algo malo le sucede no podemos evitar sentirnos mal por él....Las contradicciones de este jefe de una sucursal de una empresa de morondanga (encarnadas con genialidad por Steve Carrell) son comparables -en versión comedia- a las de Dr. House o Tony Soprano.
El bouquet de empleados que lo acompañan no se queda atrás, Dwight el chupamedias y bufón involuntario, el negro que lo único que quiere es jubilarse, Kevin el perdedor, Meredith la borracha, Angela la amarga, el empleado temporario Ryan que parece ser el único con aspiraciones mas allá de ese lugar, Creed a quien no le interesa absolutamente nadie de los que lo rodean, Phyllis la gorda piola, Toby el de Recursos Humanos siempre escandalizado por los desatinos del jefe...Y por supuesto: Jim y Pam y su historia de amor que no se concreta. Lo de Jim y Pam es a la vez una hermandad basada en una lucidez que ninguno de los demás personajes tiene, y con la que enseguida conectamos como espectadores: es nuestra mirada, la de los de afuera y en ese sentido somos cómplices de Jim y Pam en cada capítulo.
En esta oficina nadie parece trabajar. El tiempo se va entre bromas privadas y las locuras del jefe, que parece estorbar mas que otra cosa, y que ante el enorme vacío que hay en su vida personal, quiere que la oficina sea el lugar de esparcimiento.
Las situaciones que se presentan en cada capítulo son hilarantes, así como los diálogos y la actuación de Steve Carrel, un verdadero payaso que "la gasta".
Por ahora voy por la segunda temporada, y me alegra saber que tengo un lugarcito en la oficina de Dunder Mifflin por bastante tiempo mas. Porque por plomo que sea, uno hace buenos amigos en el trabajo.
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