Ninguna persona que yo conozca ha dicho jamás
nada bueno de Bahía Blanca, y fue por eso que la elegí como destino. Quienes
vivieron en ese ciudad por algún tiempo, aunque no fuese un tiempo demasiado
prolongado, y en especial quienes habían nacido ahí, incluso si les había tocado
irse a poco de nacer o inmediatamente después de haber nacido, reunían sin
esfuerzo alguno un repertorio siempre nutrido y a menudo coincidente de
argumentos que confluían en una deploración rencorosa de Bahía Blanca: el peor
lugar del mundo según todos. Los mas ensañados, pero también los mas afligidos,
eran los que, por las razones que fuese, la familia retentiva o las
oportunidades de trabajo o la inercia de las resignaciones, seguían viviendo
ahí, porque en ellos el denuesto se salteaba las meditaciones de la
recapitulación y dolía como duele lo que toca.
Las razones esgrimidas solían ser, entre otras,
las siguientes: el clima adverso, con entradas de fríos oceánicos comparables a
las entradas de los ejércitos vencedores en las ciudades vencidas; la
arquitectura casi siempre ingrata, colección de fealdades o de bellezas
fallidas, que en última instancia es lo mismo, con unas pocas excepciones
infaliblemente disimuladas o directamente neutralizadas por el aspecto hiriente
del entorno; la presencia agobiante del clericalismo, ya fuese en lo edilicio o,
peor aún, en la manera de pensar y ser de las personas, en una escala tan sólo
comparable en el ámbito nacional con el temperamento de la ciudad de Córdoba, si
bien en Córdoba ese incordio se diluía en el matiz de otros atractivos que en
cambio en Bahía Blanca faltaban; una predilección general por el militarismo,
tendencia explicada tan sólo en parte por la existencia de una importante base
naval en las inmediaciones; la ideología social mas retrógrada del país, de la
que el diario local, La Nueva Provincia, se erigía sin descanso en vocero
y en artífice; la renuncia al mar, que en sectores de la ciudad, y dependiendo
del viento, podía intuirse pero nunca verse, presentirse pero no apreciarse, lo
que suponía la verdadera forma de la renuncia, renuncia de lo que podría haberse
tenido y no se tiene.
Por eso la elegí. Por eso elegí Bahía
Blanca.
Quise leer este libro por varias razones:
primero porque como habitante de la Patagonia Argentina comparto el sentimiento
de antipatía total por la ciudad de Bahía Blanca. Qué mala. Pero es así. Me
causó mucha gracia la primera parte de esta novela, que en un sólo párrafo agota
las razones por las cuales a nadie le gusta esta ciudad, ni siquiera a sus
oriundos.
La historia es narrada desde el punto de vista
de Mario Novoa, un hombre sumamente obsesivo, que no puede dejar atrás el
recuerdo de su ex mujer, Patricia. Al comienzo de la novela nos enteramos que se
ha instalado por un tiempo en Bahía Blanca, ciudad que, por ser una suerte de
“lugar maldito” le permitirá desvincularse por completo de algo que quiere
olvidar. Sin embargo, lentamente el recuerdo vuelve, y mas aún cuando se
encuentra con un viejo amigo que casualmente también está en Bahía Blanca. Mas
tarde Mario vuelve a Buenos Aires, donde buscará reencontrarse con
Patricia.
Varias impresiones: La novela tiene dos partes
muy diferenciadas, que no terminan de integrarse del todo. Da la impresión de
que en unmomento el autor no supo qué mas contar sobre la permanencia de su
protagonista en Bahía Blanca y lo devuelve a su Buenos Aires de origen. En un
momento se cortan abruptamente todas las historias y relaciones que se venían
desarrollando en Bahía Blanca. Son hilos argumentales abandonados por completo.
Me viene a la mente el escritor norteamericano
John Irving, que suele hacer esto. Pero por ejemplo, en la novela “Una mujer
dificil”, Irving logra una primera parte brillante, que funciona por sí misma
(de hecho, la adaptación cinematográfica se limita a esta parte del libro) cosa
que no llega a suceder en la novela de Kohan, que queda trunca.
Se trata de un autor que tiende a sobreescribir.
Sin ser barroco en su escritura, al contrario, con economía de recursos, pero da
cuenta de tantos detalles de la vida cotidiana, que muchas veces no hacen
avanzar la trama en absoluto. En esta novela, el personaje es sumamente
obsesivo, y probablemente ésta es la excusa. Pero por momentos se torna un poco
exasperante. Por ejemplo este párrafo:
“Llegamos hasta el lugar donde dejó estacionado
el auto. Un renault no muy actual, aunque tampoco muy castigado. Le faltan esos
aditamentos que los vendedores llaman chiches y que se valen de la tecnología
para resolver tareas nimias: que abriendo una sola puerta las otras tres puedan
abrirse, que trabando una sola puerta queden trabadas las otras tres, que las
ventanillas puedan bajarse o subirse con un botón y un solo dedo. Por eso, para
abrir la puerta de mi lado, tengo que esperar a que Ernesto suba, se ubique y la
destrabe.”
¿Hace falta tanta explicación? El detalle de que
el protagonista tarde dos segundos mas en subir al auto, no altera en nada la
trama, no tiene relevancia o interés alguno.
De cualquier modo, es el estilo del autor, y
aclaro que su escritura es irreprochable. Hay otro momento, en que el escritor
se regodea en detalles sin importancia, en un estilo que francamente me resultó
ya de carácter experimental.
“..El perro que lleva la chica que se da vuelta
porque le llama la atención la manera en que nos reímos es un labrador de color
beige. Lo que el cartel de publicidad que está cerca de
nosotros informa es que salió una nueva cerveza. Los coches que han debido deternerse porque el
semáforo de esta esquina se puso en rojo son cuatro: un Chevrolet Vectra, un
Volkswagen Bora, un Renault Megane, un Chevrolet Corsa.”
No sería gran cosa si no fuera porque sostiene
esta forma de narrar desde la página 224 a la 232. Mas allá de que existiría una excusa argumental (la presencia de un personaje, el amigo de Mario, cuya actividad es ser continuista de cine, es decir, la persona que se ocupa de que no haya incoherencias en los detalles: que no cambie el color de los zapatos del protagonista, o si tiene la cartera en el hombro derecho que no aparezca de pronto en la izquierda, etc). Humildemente
declaro que el rey está desnudo: El lector se aburre horrores durante estas
tediosas nueve páginas.
Y bien, qué tengo a favor, porque en el balance
general la novela me gustó: La primera parte que transcurre en Bahía Blanca está
lograda, con algunos momentos cómicos y también con notas casi fantásticas.
También tiene varios momentos de suspenso en los que el lector se sorprende con
alguna revelación o quiere saber qué pasará a continuación. Son esos “tirones”
los que hacen entretenida la lectura y conducen al lector hasta el final de una
novela que, si bien implecable en su elaboración, me pareció bastante
insustancial.
Si alguien quiere conocer a Martin Kohan,
recomiendo la excelente “Dos Veces Junio” que me gustó mucho mas.
Tuve la oportunidad de leer 2 veces junio y la verdad que no me atrapó tanto como esta novela. Hay escritores que sobresalen en no contar nada sustancial y este es un ejemplo. El procedimiento de escritura que vos decís lo leí en otras novelas, no recuerdo si en Puig, Saer u otro pero Kohan echa mano al experimento.
ResponderEliminarLeí la 1°parte de Una mujer difícil y el que quedó trunco fui yo, que la abandoné pero ahora que la nombrás me voy a poner en campaña para su terminación. Un saludo Vale
No conocía el libro, ni tampoco conozco Bahía Blanca jajaja.
ResponderEliminarSoy una amante del sur, pero de la parte más turística, claro está.
Me llama la atención, pero estoy en etapa de "huelga" contra las editoriales, los precios de los libros han subido tanto, que más que placer, es lujo comprar uno! Así que, lamentablemente, vengo en decadencia total.
No pueden pedirte por un simple librito $175 cuando un sueldo "promedio" llega raspando a los $4000. Me ponen violenta las editoriales jajaja.
Besos.
Como oriunda de Bahía, no sabía de esta fama de maldita de mi ciudad(me enteré al leer el libro: todo lo expuesto en el primer párrafo describe a la perfección lo que la ciudad despierta en la gente). Lo más interesante fue reconocer lugares comunes, detalles de la vida bahiense a la que una responde mentas lee "si, si, es cierto!". Las descripciones fueron largas e innecesarias, también tuve esa sensación. La historia me dejó gusto a poco, pero me gustó... qué lindo que hayas reseñado este libro!
ResponderEliminarEs curioso Valeria lo que dices de los detalles. Están los autores de estilo moroso, detallista, minucioso ... y otros que en su detallismo nos sorprenden con explicaciones que revelan un conocimiento de diversas materias al menos aparentemente sorprendente. Creo recordar que a Irving le sucede en ocasiones; yo al que más recuerdo en este sentido es a John Updike que, en una escena de una novela introducía un coche que se estropeaba y eso le daba pie para una interminable relación sobre la evolución y progreso de los carburadores de los coches, su funcionamiento, distintos modelos y marcas, materiales de fabricación, etc. durante las siguientes veinte páginas. Y tú lector piensas: ¿de verdad es necesario todo ésto? Me recuerda este punto el Bouvard y Pecuchet de Flaubert.
ResponderEliminarSe me está yendo la olla .... Un saludo!
No leí éste, pero sí 'Ciencias morales' y el estilo narrativo de Kohan me gustó. Coincido con la sensación que tengo sobre esa ciudad; debe ser por eso que cuando lo vi en las librerías me debo haber preguntado para qué leerlo, con ese título.
ResponderEliminarQuien es un maestro en el arte de narrar sin que nada ocurra es J. J. Saer. Sacando 'El entenado', las demás novelas se parecen a lo que contás de ésta. Si llega a tus manos 'Glosa', Vale, no la dejes pasar. No digo que te vaya a gustar; sólo resulta el 'modelo Saer' típico. Un beso.
ehhh! No sabía que nos tenían tanta bronca a los bahienses! En fin, hay lugares ingratos y siempre pensé que Bahía es uno. Aunque creo que con el tiempo uno se encariña, le va encontrando cierto encanto. Ahora me picó la curiosidad por leer esta novela, habrá que ver si acá se consigue... no creo que "La nueva provincia" publique reseña juajua, ¡le dan con un caño!
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