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jueves, 22 de abril de 2010
El Oficinista. Guillermo Saccomanno.
Las imágenes de “El Oficinista”, novela de Guillermo Saccomanno recientemente ganadora del premio Seix Barral Biblioteca Breve, me conducían una y otra vez hacia otra historia acerca de un oficinista que leí a fines del 2009: “El Síndrome Guastavino” (un cómic de Carlos Trillo con arte de Lucas Varela) cuyo protagonista, perturbado por el pasado violento de su familia y del país (su padre había sido un militar torturador de la última dictadura) vivía una doble vida, sumiso oficinista para los demás pero sumergido en una locura que lo lleva a hacer cualquier cosa por el amor…de una muñeca de porcelana tiránica. Tal como lo hacen las imágenes de “El oficinista”, los dibujos de “Guastavino” nos arrojaban a una ciudad decadente, sucia, repleta de seres amenazadores o descastados o desesperados. Todo en la casa inmunda y en la ciudad caótica que habita Guastavino nos habla de opresión. También en la novela de Saccomanno la ciudad acompaña la historia y la protagoniza. Incluso podemos pensar que el autor se vale un poco del oficinista sin nombre para mostrar este futuro que, como dicen los Redondos ya llegó hace rato.
No me gustó “El oficinista” al principio. Pero yo vivo en los libros que leo, y ¿A quién le gusta habitar en un mundo con atentados a cada momento, niños asesinos que matan a todos sus compañeros de colegio, perros clonados sueltos y amenazantes, juventud que solo vive para el consumo y la violencia, helicópteros patrullando todo el día, matando con sus hélices a los murciélagos? Una ciudad dónde no se puede discernir el día de la noche, donde hay “rascacielos del siglo pasado que devinieron colmenas donde se hacina y reproducen la miseria, la enfermedad y la muerte”. Allí, en ese lugar que poco a poco se nos hace mas y mas familiar y reconocible, el oficinista trabaja en un lugar que nos recuerda vagamente a los oficinistas de Mario Benedetti, un lugar muy setentoso, con un jefe gordo de tiradores que se acuesta con la secretaria. Su familia son una esposa gorda despótica y un montón de hijos gordos y malos que se aglomeran en un departamento inmundo. Para mi gusto todo demasiado esquemático, sin matices. Muy visto, muy leído. Caricaturesco. Y no era Guastavino.
El oficinista encuentra un sueño, tal vez el amor si es que eso existe en este mundo lleno de pasado y de futuro, como el nuestro. Y esa ilusión lo hace sentir que tal vez tiene una esperanza de “zafar” de su destino. Y allí comienza la historia.
De a poco nos vamos acomodando, acostumbrando al clima de pesadilla. Lo fuerte de esta novela no es la historia del protagonista, sino el mundo que quiere mostrarnos. Con ese mundo el autor nos da una mirada del nuestro, una mirada política, descarnada y jugada. Y sólo por eso la novela vale la pena. Por eso y porque Saccomano tiene oficio y es un muy buen escritor. Leí ayer una nota en el suplemento Radar, y realmente disfruté mucho de la entrevista: un tipo muy interesante ideológicamente y que como escritor no deja nada al azar. De alguna manera siento que me respondió todas las críticas que tenía para hacerle, todas las observaciones que había formulado a lo largo de la lectura: porqué los diálogos no están reproducidos sino relatados, la referencia a la lectura de revistas científicas del protagonista (que me recordaba mucho a “Bajo este sol tremendo”, pero que Saccomanno utiliza de otra forma), la relación con el cómic tan fuerte que sentí…
Algo que me pasó leyendo este libro es que me remitía permanentemente a otros libros ya leídos. Y de eso también habla Saccomanno: dice que se podría hablar de un “genero” de libros de oficina. Género donde cabría Bartebly y Benedetti. A mí me recordó también a los personajes de Martín Kohan, que viven en un mundo de infamias al que contribuyen con su mansedumbre, con su idiotez o su cobardía.
Es difícil recomendar este libro sin saber quien está del otro lado leyendo esta reseña. Muchos lo encontrarían “demasiado delirante”. Como su personaje. Como el mundo en el vive y donde quizás lo crucemos todos los días en la calle sin saberlo.
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Es una opinión con dos caras: supongo que, o me encantaría o me parecería aborrecible. De hecho, he leído ambas opiniones sobre este libro.
ResponderEliminarEn todo caso, tus reseñas se leen con mucho placer en sí mismas.
Un saludo.
Hola Fernando. Es cierto que mi crítica no se decide: Tampoco yo. Creo que en realidad no me gustó mucho, pero a posteriori leer la nota de Radar me completó un poco al lectura y digamos que un poquito me convencieron. Por eso la reseña fue tibia. Pero la experiencia de lectura en si misma no fue muy buena. Me gustó mucho la reseña super negativa e indignada del blog "sobre libros" que tengo linkeado.
ResponderEliminarSí, leí la reseña de "Sobre libros", y a ella me refería cuando escribí e el comentario. Demoledora.
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